¿Qué mejor aventura que la de aventurarse en el otro?

Los grupos son una herramienta eficaz para añadir coherencia, conciencia y compasión a la vida. En las sesiones grupales entrenamos estar presentes, liberar nuestra mente en el Ahora, y encontrarnos más fácilmente con lo que somos. Volver a uno mismo es como volver a casa, el lugar del cual partimos.

El valor de la interacción humana

El «contacto», base de vínculos, relaciones o lazos sociales, donde se produce el intercambio comunicativo, se está debilitando y quedando a un nivel tan superficial que la calidad relacional se está resintiendo, el conflicto está más vivo, el espacio entre unos y otros se agranda y la comunicación comienza a dotarse de carácter puramente formal.

En vínculos frágiles la comunicación es pobre y las posibilidades y frecuencia del conflicto aumentan. Sin vínculos la comunicación se queda sin contexto o en un contexto lleno de malentendidos, prejuicios y pretensión, ingredientes que refuerzan el círculo vicioso de evitar el contacto o llevarlo a un nivel tan superficial que apenas hay posibilidad de que lo que se comparte no esté contaminado y tenga un valor para el otro, lo cual la llevarían a cumplir su función.

En este medio individualista ya nadie se molesta en sintonizar con el otro o comprender a nadie, y lo que es peor, no tiene ni la voluntad ni la capacidad para hacerlo.

La comunicación está perdiendo el propósito que la mantenía útil: compartir y «ligar» a unos con otros. Y al no servir para compartir, se pierde. Ha perdido los atributos de solidez, comunión, compromiso, responsabilidad, honestidad e integridad, ha perdido su fuerza creativa y ha dado lugar a la fuerza bruta. Se escucha solo al que mejor papel de regalo use para envolver su discurso.

Ante este panorama en el que todo se pretende, todo es imagen y producto web 2.0, la comunicación no es solo líquida, yo diría que es gaseosa, no está en ninguna parte, pues está vacía por dentro, vacía de la presencia del que la emite, y por tanto, solo susceptible de ser recibida en el vacío del que la recibe.

El miedo a quedar mal, a que la imagen que uno ha fabricado de sí mismo pueda ser perturbada, hace pasar de puntillas cerca del otro, casi sin rozarlo, previniendo toda posible fricción.

La proyección y el desplazamiento se han convertido en triunfantes y exitosos mecanismos defensivos. Todo lo que veo oscuro o feo, es del otro, y cuestiona al otro, y representa al otro, y mancha al otro, nunca a mí.

Se evita y se rompe el contacto para evitar el conflicto, sin saber que el conflicto es justamente fruto de la falta de contacto. La comunicación está muerta, sin vida, sin impulso, es un laberinto de palabras ordenadas pero vacías, que no tocan a nadie, porque no hay nadie detrás que las encarne ni donde encarnar.

Atendiendo al lado bueno de las cosas, quizás todo esto no sea más que una llamada a la capacidad humana de significar la realidad sin envoltorios, sin distancias; a usar lo real de la comunicación, sin las dependencias de la forma con las que la comunicación se viste; a establecer contacto y comunicación continua con lo que hay, con lo que es, dentro de lo que parece ser; a ampliar la mirada y la escucha para captar lo que sucede debajo de lo que parece estar oyéndose o sucediendo. Una llamada al «decir» desde el corazón lo que solo el corazón puede recibir.

 

¿Qué mejor aventura que la de aventurarse en el otro?

Los grupos son una herramienta eficaz para añadir coherencia, conciencia y compasión a la vida. En las sesiones grupales entrenamos estar presentes, liberar nuestra mente en el Ahora, y encontrarnos más fácilmente con lo que somos. Volver a uno mismo es como volver a casa, el lugar del cual partimos. El valor de la interacción […]
Financiado por el Programa Kit Digital. Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España «Next Generation EU»
Inicio
Aviso Legal
Privacidad
Contacto
arrow-right