Hola, me llamo Francisca.

Y estoy aquí para encontrarme contigo. Este no es un encuentro cualquiera, es el que tú has elegido para establecer contacto contigo, reconocerte y recordar quién eres, recuperar tu poder y aumentar la conciencia de ti mismo.

La curación necesita de una relación para llevarse a cabo. Espacio 10 Psicología es el lugar que hemos creado para hacer que esto suceda.

Soy doctora en Psicología (Universidad Miguel Hernández) y Psicóloga Habilitada Sanitaria (CARM). Realicé un postgrado en Terapia Analítica en la Universidad Pontificia de Comillas y a lo largo de los años me he formado en una amplia variedad de técnicas y prácticas psicológicas, a la vez que tradiciones de sabiduría dirigidas a aliviar el sufrimiento.

En todo ese tiempo, observé, investigué e indagué en mi propia mente, tomando conciencia de todo lo que había, descubriendo cómo crear cambios reales en mi manera de pensar. Este entrenamiento me ayudó a tener una mayor conciencia de mí misma, lo que implica discernimiento y claridad mental. También descubrí cómo dejar de usar los hábitos negativos, romper viejos patrones y encontrar la libertad en la capacidad de convertirse, siempre, en una mejor versión de uno mismo. Ahora, puedo ayudarte a aprender a hacer lo mismo.


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La existencia es relación.

Me gusta trabajar con adultos y con grupos porque estos pueden convertirse en un acelerador de la sanación. Mis intereses incluyen el trauma, los problemas de origen familiar, el desarrollo de la identidad, la vergüenza y los problemas de relación. También valoro caminar junto a pacientes que están en temporadas de tránsito de la vida, ya que creo que estas son, a menudo, las temporadas en las que nuestra identidad está siendo más desafiada, y por ello poseen un mayor potencial para el cambio.
Creo que las historias son poderosas y la terapia es una forma de encontrar la narrativa más verdadera en las historias que los pacientes quieren contar con sus vidas. Mis pacientes son un testimonio de la resiliencia y el poder de la esperanza y la gracia, y es parte de mi empeño ser testigo de cómo su vulnerabilidad es el inicio de su valentía.

Hola, me llamo Francisca.

Y estoy aquí para encontrarme contigo. Este no es un encuentro cualquiera, es el que tú has elegido para establecer contacto contigo y recuperar tu poder al recordar y ser consciente de quién eres.

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Hola, me llamo Francisca y estoy aquí para encontrarme contigo. Este no es un encuentro cualquiera, es el que tú has elegido para establecer contacto contigo y recuperar tu poder al recordar y ser consciente de quién eres. La curación necesita de una relación para llevarse a cabo. Espacio 10 Psicología es el lugar que hemos creado para hacer que esto suceda.

He estudiado meditación, psicología y una variedad de tradiciones de sabiduría durante más de veinte años. Durante ese tiempo, observé mi propia mente, apliqué lo que aprendí y descubrí cómo crear cambios reales en mi manera de pensar, claridad mental y conciencia de mí mismo. También descubrí cómo dejar de usar los hábitos negativos, romper viejos patrones y encontrar la libertad en la capacidad de convertirse, siempre, en una mejor versión de uno mismo. Ahora, puedo ayudarte a aprender a hacer lo mismo.

“Recuerda: Es una relación.” Miré agradecida a mi supervisora a medida que hablaba en calmada verdad a mí ansiedad. Estaba a punto de recibir al primero de mis clientes cuando llegué a la conclusión definitiva: no sabía nada. Con sus palabras orientándome, tomé una respiración profunda y fortificante, y empecé este viaje de la vida como terapeuta. En aquellos momentos y con mis primeros clientes, me sentía nueva, poderosa, y terrible, todo a la vez. Sin embargo, las palabras de mi supervisor eran una brújula, que señala el camino con cada nuevo cliente:

La terapia es una relación. No suena como mucho. Pero es todo. Porque en las relaciones nos rompemos. En las relaciones nos herimos. En las relaciones nos decepcionamos. En las relaciones sentimos vergüenza. En las relaciones nos sentimos solos. La terapia es una relación, pero una en la que se sana. Se da testimonio de la historia de alguien. Es entrar en el desorden y el dolor. Es estar presente. Es dar y recibir gracia, búsqueda de la verdad y escucha. Es honrar los momentos … de lo ordinario a lo extraordinario, de la oscuridad a la luz. Es una invitación a la vulnerabilidad que vence la vergüenza a su paso.

La terapia es donde la curación puede ocurrir, debido a que es en relación, y no en arreglar o solucionar donde nuestras verdades pueden ser conocidas y entendidas … Debido a que es en relación que nos damos cuenta de que estamos un poco menos solos y somos un poco más normales de lo que pensamos. Debido a que es en relación que nos damos cuenta de que, incluso si no fuéramos “normales”, somos queridos.

Varios años después de atender a mi primer cliente, me despedí de mi último supervisor antes de entrar en la siguiente etapa de mi viaje, como un doctor con nuevas letras detrás de mi nombre. La abracé fuertemente y susurré suavemente en su oído, “¿Qué pasa si no sé nada?” Ella sonrió con calma con un ligero brillo en sus ojos, sabiendo que ya sabía la respuesta. Sin embargo, me respondió de todos modos, con las mismas palabras dirigidas a mí ­ años antes: “Recuerda: Es una relación.”

Y ese momento, mi entrenamiento habí­a dado una vuelta completa. El viaje comenzó con la relación, y terminó con la relación. Nuestras heridas funcionan de esa manera, también. Se abren en las relaciones, y, más tarde, se encuentran con la gracia y la curación en las relaciones también. Vamos todos a recordar eso.

Rory Scher (la traducción es mía)

¿Qué hago?

La psicoterapia no es un nuevo adoctrinamiento moral donde se educa al paciente con un repertorio de comportamientos o actitudes estándar ante las situaciones vitales.
No consiste tampoco en domesticarlo para que siga una línea de pensamiento establecida, normalizada o correcta. No es una escuela donde se viene a aprender sobre el funcionamiento del psiquismo en general. La mayoría de estas prácticas anestesian el sentir, buscando soluciones. La mayor parte de ellas se quedan en el nivel mental, racionalizando el sentir, sin poder así ayudar a digerir los procesos. Están basadas en “hacer” más que a sentir y dar espacio a lo que hay.
La psicoterapia se propone acompañar al paciente en la observación de lo que surge, dándole así pistas para una lectura más ajustada a su realidad. Es de esperar que este contacto produzca unos efectos, que vienen de haber dado un espacio a lo que hay, sin anestesiarlo con más acción compulsiva o racionalización. Desde ahí sería algo así como recibir y digerir. Y mientras realizamos esto va construyéndose una identidad con la que sentirnos más en paz con nosotros mismos. Es una experiencia, y en esa experiencia el paciente va aliviando sus síntomas a la vez que construyendo nuevas formas de estar en el mundo.

Tú hablas, nosotros escuchamos,

lo que se dice y lo que no se dice

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Recuerda: la existencia es una relación

Nos vinculamos porque nos necesitamos. Estamos programados para conectarnos.


El “contacto”, base de vínculos, relaciones o lazos sociales, donde se produce el intercambio comunicativo, se está debilitando y quedando a un nivel tan superficial que la calidad relacional se está resintiendo, el conflicto está más vivo, el espacio entre unos y otros se agranda y la comunicación comienza a dotarse de carácter puramente formal.

En vínculos frágiles la comunicación es pobre y las posibilidades y frecuencia del conflicto aumentan. Sin vínculos la comunicación se queda sin contexto o en un contexto lleno de malentendidos, prejuicios y pretensión, ingredientes que refuerzan el círculo vicioso de evitar el contacto o llevarlo a un nivel tan superficial que apenas hay posibilidad de que lo que se comparte no esté contaminado y tenga un valor para el otro, lo cual la llevarían a cumplir su función.

Los programas meteorológicos, donde se habla del tiempo, comienzan a tener mayor duración, a la vez que los programas de cotilleo inundan los canales televisivos; los libros sobre valores hablan del Karate verbal; las parejas se separan porque son incapaces de “acercarse” al otro, muchos heterosexuales se vuelven homo porque es más fácil, para ahorrarse el esfuerzo de comunicarse o enfrentarse al sexo opuesto, los “chats” evitan la presencia para no sentir ni la mínima incomodidad del encuentro… Los argumentos se han vuelto “twits”, la comunicación se llama “líquida”, y tiene caducidad inmediata… Lo “interactivo” se ha quedado para y en el mundo virtual, como cualidad de los videojuegos o las aplicaciones online.

La información, que se ha reducido a datos, se roba, se “copia y pega”, se falsea, se cambia de identidad, se multiplica, se saca de contexto, se concentra en estadísticas o se oculta por intereses diversos. No cumple tanto la función de enseñarnos o aportarnos algo como la de crear imagen y lustrar egos corporativos y personales. La ciencia es un negocio más. El marketing hace por vendernos los que sea, aunque no sea.

En este medio individualista ya nadie se molesta en sintonizar con el otro o comprender a nadie, y lo que es peor, no tiene ni la voluntad ni la capacidad para hacerlo.

La comunicación está perdiendo el propósito que la mantenía útil: compartir y “ligar” a unos con otros. Y al no servir para compartir, se pierde.

Ha perdido los atributos de solidez, comunión, compromiso, responsabilidad, honestidad e integridad, ha perdido su fuerza creativa y ha dado lugar a la fuerza bruta. Se escucha solo al que mejor papel de regalo use para envolver su discurso…Usamos palabras que vienen del inglés, porque tienen más impacto, o usamos siglas, porque queda mucho más técnico, o inventamos palabras nuevas para sustituir a las muy usadas, cuando no otras tan complicadas que quedan alejadas de ofrecer lo que los discursos que las incluyen promulgan.

Ante este panorama en el que todo se pretende, todo es imagen y producto web 2.0, la comunicación no es solo líquida, yo diría que es gaseosa, no está en ninguna parte, pues está vacía por dentro, vacía de la presencia del que la emite, y por tanto, solo susceptible de ser recibida en el vacío del que la recibe.

El miedo a quedar mal, a que la imagen que uno ha fabricado de sí mismo pueda ser perturbada, hace pasar de puntillas cerca del otro, casi sin rozarlo, previniendo toda posible fricción.

La proyección y el desplazamiento se han convertido en triunfantes y exitosos mecanismos defensivos. Todo lo que veo oscuro o feo, es del otro, y cuestiona al otro, y representa al otro, y mancha al otro, nunca a mi.

Se evita y se rompe el contacto para evitar el conflicto, sin saber que el conflicto es justamente fruto de la falta de contacto. La comunicación está muerta, sin vida, sin impulso, es un laberinto de palabras ordenadas pero vacías, que no tocan a nadie, porque no hay nadie detrás que las encarne ni donde encarnar.

Atendiendo al lado bueno de las cosas, quizás todo esto no sea más que una llamada a la capacidad humana de significar la realidad sin envoltorios, sin distancias; a usar lo real de la comunicación, sin las dependencias de la forma con las que la comunicación se viste; a establecer contacto y comunicación continua con lo que hay, con lo que es, dentro de lo que parece ser; a ampliar la mirada y la escucha para captar lo que sucede debajo de lo que parece estar oyéndose o sucediendo.

Una llamada al “decir” desde el corazón…lo que solo el corazón puede recibir.

El próximo buda no tomará la forma de una persona. El próximo Buda tomará más bien la forma de una comunidad, una comunidad que practique la comprensión y la amabilidad amorosa, una comunidad que practique una forma de vivir consciente.
Thich Nhat Hanh

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